jueves, 7 de enero de 2010

Se me ha llenado la vida de lugares y de nombres, por Salomé Ballesteros García

¿Por qué soy maestra?

Sé de las circunstancias que me orientaron hacia los estudios de magisterio, por eso creo que puedo afirmar, que no fue una decisión tomada desde la seguridad de una clara vocación . Mis indecisos y confusos dieciocho años me condujeron por un camino que, en aquel momento, me creaba menos incertidumbre y vértigo que otros que podía haber tomado : la pintura, la música…Hoy, después de más de dos decenas de años de ejercicio y retomando la vieja pregunta ¿Por qué seguir siendo maestra? no puedo responder sin que se me llene la memoria de lugares y de nombres, y es ahí donde hallo la respuesta que más me convence: sigo siendo maestra porque se me ha llenado la vida de lugares y de nombres.

No en todos los lugares he sido feliz y hasta he estado a punto de tirar la toalla, pero cuando me he sentido entre las cuerdas, de pronto, un nombre, un eco pequeño lleno de futuro me ha puesto de nuevo en pie.
Ana tenía tres años, jugaba en el patio de recreo mientras yo, en uno de esos momentos de soledad que, tan bien , conocemos los docentes y en los que dudas de tu identidad profesional porque tienes que hacer de todo, a veces , a costa de tu verdadera misión, Ana, solicitó mi atención al grito de: ¡MAESTRA, MAESTRA! .

Ana me había puesto en mi sitio.

Esta es una profesión en la que no es raro tener que nadar contracorriente y cuando ya llevas muchos ríos a tus espaldas, te preocupa que los niños acusen tu agotamiento. Una tarde estaba al borde de mis fuerzas y de mis esperanzas (o eso creía yo), tras la última brazada , Mario se me quedó mirando muy callado y dijo sorprendido: ¡A ti te gusta lo que haces!
¡Dios mío, cómo había visto Mario eso, si yo me estaba ahogando…!
El aire fue más aire.

Maestra, maestra, a ti te gusta lo que haces.

Y llegado a ese punto y a esa certeza, está claro qué es lo que soy y qué es lo que tengo que seguir haciendo.

Es un camino que no he hecho en soledad, extraordinarios pedagogos y maestros (Ana Sullivan, María Montessori, Mario Lodi, Célestine Freinet, Paulo Freire, nuestra María Sánchez Arbós…) han nutrido mis ganas de saber y se me han ofrecido como referentes que, en mi cabeza, como los buenos vinos, han ganado en sabor en la medida en que el tiempo y una vida vivida, me iban construyendo como maestra con identidad propia.

A menudo me digo: Salomé, siendo maestra casi puedes hacerlo todo, cantar, bailar, pintar, investigar, escribir, crear , jugar… y a la vez , ayudas a que otros exploren sus posibilidades y crean en ellas. Una de las cosas más satisfactorias de esta profesión es ver en vivo y en directo que el ser humano es pura posibilidad. Seguramente, esa es la gran tarea de la escuela, velar por lo posible. Después ya pediremos lo imposible.

Recuerdo ahora a Celia una niña que aprendió a leer, sin cartillas, con los libros que teníamos en el aula. Enseñar a leer y ver como aprenden los niños es una de las aventuras más emocionantes y gozosas que puede vivir una maestra. La madre de Celia era analfabeta. Un día mientras esperaba en la peluquería que terminasen de peinar a su madre, Celia cogió una revista y empezó a leer con toda soltura en voz alta. Su madre emocionada exclamó: ¡La chica lee, la chica lee!
Pues eso, que la chica y el chico lean, que escriban, que canten,que jueguen, que pinten, que investiguen, que creen, que convivan, que sepan que un mundo mejor es posible y que nos hagan mejores.

Y hoy, después de más de dos decenas de años en ejercicio, estoy viviendo el milagro de entrar en mi escuela y encontrarme con personas de todo el mundo y, aunque ojalá qué las circunstancias que los obliga a salir de su lugar de origen (no digo tierra, la Tierra es de todos) cambien , bienvenidos sean, porque ellos han traído a Alí, a Mariamo, a Yan , a Igor, a Imán, a Mauricio Manuel, a Abdou, a Sanaba, a Xiao, a Evelyn María, a Ludmila, a Mamadou y a tantos otros, que conviven y aprenden con Martín, con Elena, con Pilar, con Miguel, con Víctor, con Jorge, con Pepa…

La belleza, maestra, la belleza.

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