miércoles, 26 de enero de 2011

Yo, maestro rural, por José María Martínez Martí

Tras varios años deambulando entre olivos, melocotoneros, pinos y sabinas, me adentré en las tierras del Altiplano cuando llegaron los dinosaurios.
Corría el curso 1993 y se quedaban dos réplicas de Iguanodón y Aragosaurus para apacentar plácidamente entre los chopos cabeceros y el río Alfambra en el pueblo de Galve. Ese fue el mismo año en que mi destino empezaba a formar parte de donde hoy continúo y soy, del CRA Teruel 1.
Me gusta trabajar aquí. Tal vez porque soy un gran amante de lo natural. Es difícil dar forma a los sentimientos, recuerdos y vivencias. Eso se lleva dentro inundando el alma y el ser por completo. Ser maestro rural es una esencia que te impregna o evapora conforme pasan los años.
A mí me sedujo el perfume de las parameras y los trigales. Las majadas fondeando en cielos azules, la alondra que viene todas las primaveras y el paso de las grullas en noviembre hacia la laguna de Gallocanta. He visto casi todos los colores cambiar y pintarse en los campos al ritmo de multitud de sinfonías ofrecidas por jilgueros y verdecillos.
Satisfecho de pertenecer a una gran familia. Una familia de vínculos profesionales y afectivos muy fuertes. Porque somos comunidad educativa. Alcaldes siempre dispuestos a ofrecer sus servicios, padres colaboradores hasta la saciedad, alumnos con ganas de crecer, compañeros afables y demás vecinos en general atentos y cordiales.
Aquí cuando se estrecha la mano es para siempre. El saludo es verdadero y la conversación espontánea.
Algo funcionará bien cuando antiguos alumnos nos siguen saludando y acercándose a nosotros después de tantos años. Se ha tejido una maraña de relaciones en nuestra escuela que han forjado grandes amistades los hombres y mujeres que ayer fueron niños y niñas.
Aquí todo transcurre con más calma y humanidad. La cercanía es nuestra gran aliada. Somos actores de teatro que sentimos muy de cerca los aplausos y silbidos. Es un escenario real.
La escuela rural es grande, muy pedagógica y científica. Lo aseguro con rotundidad y sin complejos. Demostrado desde hace años. Nuestras escuelas de pueblo han servido de laboratorio a veces para implantar programas educativos y planes que luego han tenido una trascendencia en los aprendizajes muy positiva.
Aquí se aprende de verdad. Pero sobre todo, se aprende a ser persona. Ser de provecho para el mañana cercano.
Y claro que se forjan los primeros cimientos para nuevos aprendizajes. Y
claro que muchos terminan carreras universitarias. Y claro que otros han
preferido dedicarse a ser hoy fabulosos agricultores, albañiles, granjeros o conductores.
Pero todos tienen algo en común: están unidos por un único cordón umbilical, la pertenencia a una tierra, a un espacio común que los ha protegido y los sigue cobijando desde siempre y para siempre.
Mi emoción sólo me hace navegar con velas pintadas de sentimientos. Porque aquí he hecho muy buenos amigos. Mis abuelos fueron maestros rurales. Mi padre también. Y ahora recojo yo el testigo de la vocación rural. Contratiempos, pues también los hay. Pero el fin último es el reconocimiento de los niños y niñas. Esas sonrisas mañaneras que te ofrecen, los abrazos y complicidades.
Yo, maestro rural. Yo, me quedo aquí.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

!Qué maravilloso sería contar con muchos maestros y maestras como tú, José María! Profesionales de la educación que contemplan su labor, su excelente labor, como un compromiso verdadero hacia las zonas rurales, que saben valorar la verdad, la sinceridad y cercanía de sus gentes, tratan de conocer, para adecuar su trabajo, las necesidades de los chicos y chicas de nuestros pueblos, y se hacen uno más entre los vecinos. Además, valoras los encantos naturales que rodean tus horas escolares, parajes que como tesoros escondidos guardan nuestras tierras turolenses, y fomentas en tus alumnos el amor por la naturaleza. Al impregnar tu alma de tantas sensaciones vas senbrando de amor y sabiduría las almas infantiles, y a mí, maestra rural, me has llenado de ilusión, y añado más valor a mi trabajo.

Anónimo dijo...

!Qué maravilloso sería contar con muchos maestros y maestras como tú, José María! Profesionales de la educación que contemplan su labor, su excelente labor, como un compromiso verdadero hacia las zonas rurales, que saben valorar la verdad, la sinceridad y cercanía de sus gentes, tratan de conocer, para adecuar su trabajo, las necesidades de los chicos y chicas de nuestros pueblos, y se hacen uno más entre los vecinos. Además, valoras los encantos naturales que rodean tus horas escolares, parajes que como tesoros escondidos guardan nuestras tierras turolenses, y fomentas en tus alumnos el amor por la naturaleza. Al impregnar tu alma de tantas sensaciones vas senbrando de amor y sabiduría las almas infantiles, y a mí, maestra rural, me has llenado de ilusión, y añado más valor a mi trabajo.

Anónimo dijo...

!Qué maravilloso sería contar con muchos maestros y maestras como tú, José María! Profesionales de la educación que contemplan su labor, su excelente labor, como un compromiso verdadero hacia las zonas rurales, que saben valorar la verdad, la sinceridad y cercanía de sus gentes, tratan de conocer, para adecuar su trabajo, las necesidades de los chicos y chicas de nuestros pueblos, y se hacen uno más entre los vecinos. Además, valoras los encantos naturales que rodean tus horas escolares, parajes que como tesoros escondidos guardan nuestras tierras turolenses, y fomentas en tus alumnos el amor por la naturaleza. Al impregnar tu alma de tantas sensaciones vas senbrando de amor y sabiduría las almas infantiles, y a mí, maestra rural, me has llenado de ilusión, y añado más valor a mi trabajo.

Anónimo dijo...

Fuí maestro rural alla por 1991 y 1992, regrese a la ciudad y 22 años despues volví a trabajar en el campo, hermosos recuerdos de Dr. Arroyo Nuevo León y su gente. Maestro adelante y felicidades.