martes, 30 de julio de 2013
Maestros en el caleidoscopio
El Museo Pedagógico de Aragón ha editado un libro en el que se recogen las entradas de este blog: «Maestros en el caleidoscopio». El libro puede descargarse gratuitamente en la página de la colección «Publicaciones Digitales del Museo Pedagógico de Aragón»
lunes, 2 de abril de 2012
Querer ser, por Sandra López Abós
Siempre he pensado que, para lograr algo, hay que desearlo muy muy fuerte y conseguirás que se cumpla. Cuando te paras a reflexionar sobre por qué quieres lo que quieres, tienes que encontrarle un valor. Y hay situaciones y profesiones que tienen un valor incalculable. Ese es mi caso.
¿Que por qué elegí estudiar magisterio? Muy simple. De pequeña quería trabajar en algún oficio típico que dicen todas las niñas cuando son pequeñas, entre ellos estaban: veterinaria, por la simple razón de que me gustan los animales; cantante o famosa, porque siempre que veía la tele parecían personas muy importantes; y profesora.
Y, créeme, una de las mejores decisiones que he tomado en toda mi vida ha sido desear con todas mis fuerzas convertirme en maestra, aunque para ello haya tenido que irme a otra ciudad para intentar conseguirlo.
No voy a decir el mismo motivo que pueden pensar muchos para elegir esta carrera, el típico: “Es que me gustan los niños”, no. Ser maestro debe interesarte por muchísimas razones más. Seguro que si vuelves a tu infancia recuerdas a tu profesor de párvulos, ese hombre o mujer que trataba genial a toda la clase y te ayudó mucho a la hora de formarte, como también recordarás ese docente que te hizo pasar un año terrible con sus exámenes o porque pensabas que te tenía manía. Pues bien, todos sabemos que esforzarte día a día para intentar conseguir que una clase de pequeños diablillos se porte bien es muy difícil y estresante. Pero, ponte a pensar: ¿No te gustaría que las personas pudieran recordarte como aquél profesor al que le tienen mucho cariño porque les ayudó cuando eran pequeños? o ¿No serías feliz si ves que has ayudado a la formación de muchísimas personas? Yo sí.
Puede haber situaciones que se te vengan encima y te hagan replantearte si realmente estás hecho para enseñar, pero piensa que siempre que ves algo muy gris, puedes encontrar esa chispa de color que haga que sigas adelante. Un abrazo, unas palabras de “Profe, qué guapa estás hoy”, un beso o incluso una sonrisa de un niño deben servirte para hacerte sonreír y pensar: “Cómo me gusta ser maestra”.
La parte negativa de elegir una formación específica con tantas ganas como lo he hecho yo, es ver personas que se han metido en la misma carrera porque no consiguieron una plaza en la que querían de verdad. Eso te lleva a pensar muchas cosas, pero imagino que, como he dicho antes, si tengo la ilusión de poder ejercer algún día esta profesión, lo conseguiré. Y el día que lo consiga puedo asegurar que seré una de las personas más felices del mundo. Porque sí, porque yo deseo ser maestra. Y tú, ¿qué quieres ser?
¿Que por qué elegí estudiar magisterio? Muy simple. De pequeña quería trabajar en algún oficio típico que dicen todas las niñas cuando son pequeñas, entre ellos estaban: veterinaria, por la simple razón de que me gustan los animales; cantante o famosa, porque siempre que veía la tele parecían personas muy importantes; y profesora.
Y, créeme, una de las mejores decisiones que he tomado en toda mi vida ha sido desear con todas mis fuerzas convertirme en maestra, aunque para ello haya tenido que irme a otra ciudad para intentar conseguirlo.
No voy a decir el mismo motivo que pueden pensar muchos para elegir esta carrera, el típico: “Es que me gustan los niños”, no. Ser maestro debe interesarte por muchísimas razones más. Seguro que si vuelves a tu infancia recuerdas a tu profesor de párvulos, ese hombre o mujer que trataba genial a toda la clase y te ayudó mucho a la hora de formarte, como también recordarás ese docente que te hizo pasar un año terrible con sus exámenes o porque pensabas que te tenía manía. Pues bien, todos sabemos que esforzarte día a día para intentar conseguir que una clase de pequeños diablillos se porte bien es muy difícil y estresante. Pero, ponte a pensar: ¿No te gustaría que las personas pudieran recordarte como aquél profesor al que le tienen mucho cariño porque les ayudó cuando eran pequeños? o ¿No serías feliz si ves que has ayudado a la formación de muchísimas personas? Yo sí.
Puede haber situaciones que se te vengan encima y te hagan replantearte si realmente estás hecho para enseñar, pero piensa que siempre que ves algo muy gris, puedes encontrar esa chispa de color que haga que sigas adelante. Un abrazo, unas palabras de “Profe, qué guapa estás hoy”, un beso o incluso una sonrisa de un niño deben servirte para hacerte sonreír y pensar: “Cómo me gusta ser maestra”.
La parte negativa de elegir una formación específica con tantas ganas como lo he hecho yo, es ver personas que se han metido en la misma carrera porque no consiguieron una plaza en la que querían de verdad. Eso te lleva a pensar muchas cosas, pero imagino que, como he dicho antes, si tengo la ilusión de poder ejercer algún día esta profesión, lo conseguiré. Y el día que lo consiga puedo asegurar que seré una de las personas más felices del mundo. Porque sí, porque yo deseo ser maestra. Y tú, ¿qué quieres ser?
domingo, 12 de junio de 2011
Qué es la escuela para mí, por cuatro niños de Ansó
Os presentamos qué significa la escuela para cuatro niños de Ansó:
La escuela para mí son recuerdos. Algunos de ellos son: el primer día de escuela fui con la parte baja del pijama porque mi padre veía el pantalón y se pensó que era la ropa. También me daba miedo José, mi profesor, cuando me cogía. No me gustaba que me cogiera. A lo mejor era porque llevaba cresta (Fdo. Anónimo)
Cuatro maestros van sin rumbo, pero hay uno que no se corta el pelo, y otro que hace un malgasto de dinero, pero uno que da francés y otro que da inglés, tenemos un cacao en la escuela que no veas, en los recreos ni te cuento...hay una mezcla....allí no hay quien juegue al fútbol. Bueno, está es mi escuela (Fdo. Sinónimo)
Para mí la escuela son muchas cosas, pero lo que más me gusta son los buenos momentos que paso con mis amigos. Por ejemplo, en el recreo porque nos lo pasamos muy bien. Yo llevo unos pocos años en la escuela y en estos años he aprendido muchas cosas y he tenido muchos profesores distintos. Con cada uno he aprendido muchas cosas distintas como a ser buena persona y responsable, pero sobre todo a pasármelo bien con mis amogos. Para mí la escuela es diversión, aprendizaje y mucho más (Fdo. Pinzón)
Si tú a un alumno le preguntas qué le parece la escuela, lo más seguro es que te consteste: un rollo (por no decir otra cosa peor). Pero si tú le dices: piensa un rato y dime: ¿preferirías no haber ido a la escuela? Después de pensar un rato lo más probable es que te diga que no. Porque yo no he conocido a nadie que prefiera no saber leer, escribir, sumar...el problema es que sólo nos fijamos en lo malo, decimos que la escuela es muy aburrida, que nos dan muchos deberes, que no te deja tiempo para jugar y estar en la calle. Pero si nos paramos a pensar nos daremos cuenta de que sin la escuela no podríamos hacer nada. El ejemplo más común es el del trabajo : imaginaros que yo tengo un apanaderíay una persona me compra pan. ¿Cómo sé cuánto tiene que pagarme? O si soy el cliente ¿cómo sé si le estoy dando el dinero necesario? Pero no sólo con el dinero, también con muchas otras cosas. Por ejemplo, un día yo quiero ir a Jaca, pero como no sé leer el cartel de la carretera pues me voy para Berdún, y al final acabo en Pamplona.
Esto os lo cuento para que os deis cuentade que la escuela es importante en la vida de todos. Y lo de que nos quita mucho tiempo, realmente yo creo que uno no necesita tanto tiempo, al final acabaríamos aburriéndonos. Y lo de que es aburrida... ¿acaso estar rodeado de niños es aburrido? Porque ¿a qué la mayoría de vuestros amigos los conocéis en la escuela? No digo que a todos pero ¿a que muchos sí? Además e la escuela no sólo conoces gente de tu pueblo o ciudad, sino que también conoces gente de otros colegios, pueblos, ciudades e incluso gente de otros países.
Yo no digo que estar todo el día sentado haciendo un ejercicio detrás de otro no sea aburrido, pero es que en la escuela no se está todo el sía sentado haciendo ejercicios. Yo no conozco muchos colegios, pero en todos los que conozco se hacen un montón de actividades divertidas. Y también se está sentado, lo reconozco, pero no haciendo un ejercicio detrás de otro como dicen algunos sino aprendiendo un montón de cosas superinteresantes y que nos pueden ser de mucha ayuda en el futuro.
Así que espero que después de todo este rollo que os he soltado os lo penséis dos veces antes de contestar si alguien os pregunta: ¿qué te parece la escuela? (Fdo. Una persona que la echará mucho de menos)
La escuela para mí son recuerdos. Algunos de ellos son: el primer día de escuela fui con la parte baja del pijama porque mi padre veía el pantalón y se pensó que era la ropa. También me daba miedo José, mi profesor, cuando me cogía. No me gustaba que me cogiera. A lo mejor era porque llevaba cresta (Fdo. Anónimo)
Cuatro maestros van sin rumbo, pero hay uno que no se corta el pelo, y otro que hace un malgasto de dinero, pero uno que da francés y otro que da inglés, tenemos un cacao en la escuela que no veas, en los recreos ni te cuento...hay una mezcla....allí no hay quien juegue al fútbol. Bueno, está es mi escuela (Fdo. Sinónimo)
Para mí la escuela son muchas cosas, pero lo que más me gusta son los buenos momentos que paso con mis amigos. Por ejemplo, en el recreo porque nos lo pasamos muy bien. Yo llevo unos pocos años en la escuela y en estos años he aprendido muchas cosas y he tenido muchos profesores distintos. Con cada uno he aprendido muchas cosas distintas como a ser buena persona y responsable, pero sobre todo a pasármelo bien con mis amogos. Para mí la escuela es diversión, aprendizaje y mucho más (Fdo. Pinzón)
Si tú a un alumno le preguntas qué le parece la escuela, lo más seguro es que te consteste: un rollo (por no decir otra cosa peor). Pero si tú le dices: piensa un rato y dime: ¿preferirías no haber ido a la escuela? Después de pensar un rato lo más probable es que te diga que no. Porque yo no he conocido a nadie que prefiera no saber leer, escribir, sumar...el problema es que sólo nos fijamos en lo malo, decimos que la escuela es muy aburrida, que nos dan muchos deberes, que no te deja tiempo para jugar y estar en la calle. Pero si nos paramos a pensar nos daremos cuenta de que sin la escuela no podríamos hacer nada. El ejemplo más común es el del trabajo : imaginaros que yo tengo un apanaderíay una persona me compra pan. ¿Cómo sé cuánto tiene que pagarme? O si soy el cliente ¿cómo sé si le estoy dando el dinero necesario? Pero no sólo con el dinero, también con muchas otras cosas. Por ejemplo, un día yo quiero ir a Jaca, pero como no sé leer el cartel de la carretera pues me voy para Berdún, y al final acabo en Pamplona.
Esto os lo cuento para que os deis cuentade que la escuela es importante en la vida de todos. Y lo de que nos quita mucho tiempo, realmente yo creo que uno no necesita tanto tiempo, al final acabaríamos aburriéndonos. Y lo de que es aburrida... ¿acaso estar rodeado de niños es aburrido? Porque ¿a qué la mayoría de vuestros amigos los conocéis en la escuela? No digo que a todos pero ¿a que muchos sí? Además e la escuela no sólo conoces gente de tu pueblo o ciudad, sino que también conoces gente de otros colegios, pueblos, ciudades e incluso gente de otros países.
Yo no digo que estar todo el día sentado haciendo un ejercicio detrás de otro no sea aburrido, pero es que en la escuela no se está todo el sía sentado haciendo ejercicios. Yo no conozco muchos colegios, pero en todos los que conozco se hacen un montón de actividades divertidas. Y también se está sentado, lo reconozco, pero no haciendo un ejercicio detrás de otro como dicen algunos sino aprendiendo un montón de cosas superinteresantes y que nos pueden ser de mucha ayuda en el futuro.
Así que espero que después de todo este rollo que os he soltado os lo penséis dos veces antes de contestar si alguien os pregunta: ¿qué te parece la escuela? (Fdo. Una persona que la echará mucho de menos)
martes, 3 de mayo de 2011
"Más de cien razones" en Tardes de Blog
El próximo martes, 10 de mayo, Víctor Juan, Director del Museo Pedagógico de Aragón participará en una sesión de Tardes de Blog
XXII edición de Tardes de Blog
Víctor Juan,
Director del Museo Pedagógico de Aragón
puso en marcha el blog
“Más de cien razones”
Una puerta abierta para profesores y alumnos. Los primeros que nos cuentan porque quieren ser maestros, y los segundos bucean en sus recuerdos escolares.
Una buena excusa para hablar de la escuela, su historia y evolución.
Martes 10 de mayo a las 19:30 horas.
El Pequeño Teatro de los Libros
C/Silvestre Pérez 21
Las Fuentes
Zaragoza
Autobuses: 22, 24, 30, 44, Ci1 y Ci2
Parada Bizi: 36
XXII edición de Tardes de Blog
Víctor Juan,
Director del Museo Pedagógico de Aragón
puso en marcha el blog
“Más de cien razones”
Una puerta abierta para profesores y alumnos. Los primeros que nos cuentan porque quieren ser maestros, y los segundos bucean en sus recuerdos escolares.
Una buena excusa para hablar de la escuela, su historia y evolución.
Martes 10 de mayo a las 19:30 horas.
El Pequeño Teatro de los Libros
C/Silvestre Pérez 21
Las Fuentes
Zaragoza
Autobuses: 22, 24, 30, 44, Ci1 y Ci2
Parada Bizi: 36
miércoles, 26 de enero de 2011
Yo, maestro rural, por José María Martínez Martí
Tras varios años deambulando entre olivos, melocotoneros, pinos y sabinas, me adentré en las tierras del Altiplano cuando llegaron los dinosaurios.
Corría el curso 1993 y se quedaban dos réplicas de Iguanodón y Aragosaurus para apacentar plácidamente entre los chopos cabeceros y el río Alfambra en el pueblo de Galve. Ese fue el mismo año en que mi destino empezaba a formar parte de donde hoy continúo y soy, del CRA Teruel 1.
Me gusta trabajar aquí. Tal vez porque soy un gran amante de lo natural. Es difícil dar forma a los sentimientos, recuerdos y vivencias. Eso se lleva dentro inundando el alma y el ser por completo. Ser maestro rural es una esencia que te impregna o evapora conforme pasan los años.
A mí me sedujo el perfume de las parameras y los trigales. Las majadas fondeando en cielos azules, la alondra que viene todas las primaveras y el paso de las grullas en noviembre hacia la laguna de Gallocanta. He visto casi todos los colores cambiar y pintarse en los campos al ritmo de multitud de sinfonías ofrecidas por jilgueros y verdecillos.
Satisfecho de pertenecer a una gran familia. Una familia de vínculos profesionales y afectivos muy fuertes. Porque somos comunidad educativa. Alcaldes siempre dispuestos a ofrecer sus servicios, padres colaboradores hasta la saciedad, alumnos con ganas de crecer, compañeros afables y demás vecinos en general atentos y cordiales.
Aquí cuando se estrecha la mano es para siempre. El saludo es verdadero y la conversación espontánea.
Algo funcionará bien cuando antiguos alumnos nos siguen saludando y acercándose a nosotros después de tantos años. Se ha tejido una maraña de relaciones en nuestra escuela que han forjado grandes amistades los hombres y mujeres que ayer fueron niños y niñas.
Aquí todo transcurre con más calma y humanidad. La cercanía es nuestra gran aliada. Somos actores de teatro que sentimos muy de cerca los aplausos y silbidos. Es un escenario real.
La escuela rural es grande, muy pedagógica y científica. Lo aseguro con rotundidad y sin complejos. Demostrado desde hace años. Nuestras escuelas de pueblo han servido de laboratorio a veces para implantar programas educativos y planes que luego han tenido una trascendencia en los aprendizajes muy positiva.
Aquí se aprende de verdad. Pero sobre todo, se aprende a ser persona. Ser de provecho para el mañana cercano.
Y claro que se forjan los primeros cimientos para nuevos aprendizajes. Y
claro que muchos terminan carreras universitarias. Y claro que otros han
preferido dedicarse a ser hoy fabulosos agricultores, albañiles, granjeros o conductores.
Pero todos tienen algo en común: están unidos por un único cordón umbilical, la pertenencia a una tierra, a un espacio común que los ha protegido y los sigue cobijando desde siempre y para siempre.
Mi emoción sólo me hace navegar con velas pintadas de sentimientos. Porque aquí he hecho muy buenos amigos. Mis abuelos fueron maestros rurales. Mi padre también. Y ahora recojo yo el testigo de la vocación rural. Contratiempos, pues también los hay. Pero el fin último es el reconocimiento de los niños y niñas. Esas sonrisas mañaneras que te ofrecen, los abrazos y complicidades.
Yo, maestro rural. Yo, me quedo aquí.
Corría el curso 1993 y se quedaban dos réplicas de Iguanodón y Aragosaurus para apacentar plácidamente entre los chopos cabeceros y el río Alfambra en el pueblo de Galve. Ese fue el mismo año en que mi destino empezaba a formar parte de donde hoy continúo y soy, del CRA Teruel 1.
Me gusta trabajar aquí. Tal vez porque soy un gran amante de lo natural. Es difícil dar forma a los sentimientos, recuerdos y vivencias. Eso se lleva dentro inundando el alma y el ser por completo. Ser maestro rural es una esencia que te impregna o evapora conforme pasan los años.
A mí me sedujo el perfume de las parameras y los trigales. Las majadas fondeando en cielos azules, la alondra que viene todas las primaveras y el paso de las grullas en noviembre hacia la laguna de Gallocanta. He visto casi todos los colores cambiar y pintarse en los campos al ritmo de multitud de sinfonías ofrecidas por jilgueros y verdecillos.
Satisfecho de pertenecer a una gran familia. Una familia de vínculos profesionales y afectivos muy fuertes. Porque somos comunidad educativa. Alcaldes siempre dispuestos a ofrecer sus servicios, padres colaboradores hasta la saciedad, alumnos con ganas de crecer, compañeros afables y demás vecinos en general atentos y cordiales.
Aquí cuando se estrecha la mano es para siempre. El saludo es verdadero y la conversación espontánea.
Algo funcionará bien cuando antiguos alumnos nos siguen saludando y acercándose a nosotros después de tantos años. Se ha tejido una maraña de relaciones en nuestra escuela que han forjado grandes amistades los hombres y mujeres que ayer fueron niños y niñas.
Aquí todo transcurre con más calma y humanidad. La cercanía es nuestra gran aliada. Somos actores de teatro que sentimos muy de cerca los aplausos y silbidos. Es un escenario real.
La escuela rural es grande, muy pedagógica y científica. Lo aseguro con rotundidad y sin complejos. Demostrado desde hace años. Nuestras escuelas de pueblo han servido de laboratorio a veces para implantar programas educativos y planes que luego han tenido una trascendencia en los aprendizajes muy positiva.
Aquí se aprende de verdad. Pero sobre todo, se aprende a ser persona. Ser de provecho para el mañana cercano.
Y claro que se forjan los primeros cimientos para nuevos aprendizajes. Y
claro que muchos terminan carreras universitarias. Y claro que otros han
preferido dedicarse a ser hoy fabulosos agricultores, albañiles, granjeros o conductores.
Pero todos tienen algo en común: están unidos por un único cordón umbilical, la pertenencia a una tierra, a un espacio común que los ha protegido y los sigue cobijando desde siempre y para siempre.
Mi emoción sólo me hace navegar con velas pintadas de sentimientos. Porque aquí he hecho muy buenos amigos. Mis abuelos fueron maestros rurales. Mi padre también. Y ahora recojo yo el testigo de la vocación rural. Contratiempos, pues también los hay. Pero el fin último es el reconocimiento de los niños y niñas. Esas sonrisas mañaneras que te ofrecen, los abrazos y complicidades.
Yo, maestro rural. Yo, me quedo aquí.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
Me hice maestra, por Blanca Gaspar
Nací en Huesca y pasé toda mi infancia y adolescencia en Barbastro. Provengo de una familia de obreros y tengo un hermano menor.
En el momento de iniciar la escuela mis padres decidieron, no sin apuros, escolarizarnos a mi hermano en los escolapios y a mí en las monjas. Pensaron que una enseñanza privada sería lo mejor.
Por aquellos años me tocó vivir una escuela, sin sentido, donde todo se aprendía de memoria, se entendiera o no, convirtiéndonos en recitadores, con una memoria visual ejemplar.
Aún recuerdo una lección de historia que decía así:
«Cartago vencida pero no aniquilada se preparó para el desquite con tal objeto el general cartaginés Amílcar Barca…».
No he borrado de mi memoria ni éste ni otros tantos fragmentos similares. Como se puede suponer no tenía ni idea del significado de «aniquilada» ni de «desquite» ni sabía dónde estaba Cartago ni por supuesto lo relacionaba con un general que era cartaginés.
Recuerdo una escuela que reprimía los sentimientos. Recuerdo los castigos, que eran muchos y variados. También recuerdo a Sor Josefa, una hermana cercana que me escuchaba y era amable con nosotras.
Ante la negativa de continuar en el colegio, pasé al instituto. Descubrí un mundo diferente… ¡había chicos! Los profesores eran más cercanos, no había tanta memorieta pero sí miedo. Algunos profesores nos tenían aguantando la respiración porque su sola presencia nos imponía muchísimo.
Llegó la hora de estudiar una carrera. Me apasionaban las matemáticas pero teniendo en cuenta que mi hermano venía detrás, supuse que una carrera más corta, magisterio, me permitiría trabajar y desahogar un poco la economía familiar. En un futuro haría matemáticas.
A pesar de que no tenía vocación de maestra empecé magisterio en Huesca. Intenté hacerlo bien y al llegar a tercero debíamos hacer las prácticas. ¡Me encantaron! Ese contacto con los niños, esas personitas que te escuchaban como si fueras una persona importante, que te explicaban sus secretos, que querían saber de tu vida, que derrochaban cariño…. ¡Me enganché! Fueron unas prácticas muy disfrutadas y cada día me sentía más entusiasmada.
Olvidé las matemáticas y decidí dedicarme al magisterio. Quería comprobar si aquella primera ilusión no se disipaba.
Al salir de la escuela de magisterio no tenía muy claro qué hacer, cómo orientar mis clases pero tenía muy, muy claro lo que jamás haría.
Así empezó mi andadura laboral por la provincia de Huesca. Mi primer destino fue Albelda, durante un trimestre, en una escuela rural con cursos compartidos.No fue fácil preparar tareas para edades diferentes.
El resto del curso trabajé en un colegio de Monzón. Me tocó infantil y tenía que enfrentarme al aprendizaje de la lectura y escritura. Me dieron instrucciones de la metodología que seguían; yo debía limitarme a continuarla.
Recuerdo al pobre Fidel, con sus pelos pinchos, sus ojillos inocentes y lo mal que lo pasaba cuando oía su nombre y debía venir a leer con su cartilla. No lo podía evitar y acto seguido se le escapaba el pipí y se ponía a llorar desconsoladamente.
Yo no tenía en mis manos la solución pero sabía que algo no iba bien.
El siguiente curso me tocó la escuela hogar de Benabarre. No me dedicaba a la enseñanza sino al monitorage. Me fue bien convivir con alumnos de diferentes edades porque aprendí mucho de sus inquietudes y necesidades.
El tercer y cuarto año mi destino fue Torrente de Cinca, un pueblecito al lado de Fraga. Me encontré con una escuela rural de 5 maestros. Era la primera vez que no iba a hacer una sustitución.
Me tocó infantil 4-5 años. Me moví y busqué el material más novedoso. Estaba muy ilusionada pero a la vez expectante.
Compartí escuela con Sebastián Gertrúdix,que se encargaba de los más mayores. En su clase hacían cosas diferentes, no llevaban libros de texto, todo lo confeccionaban ellos, hablaban de asambleas… Se les veía entusiasmados y yo no había visto nada parecido.
Recuerdo que cuando salían mis pequeños, tenía la necesidad de ir a su clase. Me mezclaba entre ellos y observaba todo lo que habían hecho. Poco a poco me convertí en una alumna más.
Sebastián me habló de su experiencia y de cómo él enfocaba los diferentes aprendizajes. Él me introdujo en las técnicas Freinet y me explicó cómo abordar, de una forma diferente, el aprendizaje de la lectura y escritura.
La idea me apasionó y después del primer trimestre hice una reunión con los padres para comunicarles mi decisión del cambiar de metodología.
No fue fácil pero siempre me sentí guiada y orientada por Sebastián. Fue mi verdadero maestro y a él le debo el descubrimiento de un nuevo fundamento de la enseñanza. Fue así como levanté los cimientos de mi futuro profesional.
No tardé en comprobar que estaba en el camino correcto. Esto sí me gustaba… ¡Me
apasionaba! y deseaba entrar, cada nuevo día, en clase para seguir experimentando con mis alumnos esa nueva manera de trabajar. Pude comprobar, con gran satisfacción, como los niños aprendían a leer de una forma natural, sin agobios , sin cartillas, sin traumas, cada uno a su ritmo, en un ambiente distendido y muy, muy motivador.
Fueron dos años muy intensos, de aprendizaje «a pie de obra» y de ir descubriendo con mis pequeños lo maravilloso del aprendizaje compartido.
Participaba en sesiones de trabajo con otros compañeros de la zona que entendían de igual modo la enseñanza. Fue muy gratificante poder compartir e intercambiar experiencias.
Tras esta experiencia, que marcó mi vida profesional, pedí traslado a Barcelona. Mi nuevo destino fue Castelldefels. En el colegio Margalló encontré compañeros que aplicaban las técnicas Freinet. Juntos hemos recorrido un largo camino y hemos luchado por la renovación pedagógica.
Me considero una maestra vocacional. No nací para ser maestra pero me hice maestra y me siento afortunada por tener un trabajo que me apasiona. El magisterio me llena a nivel profesional y personal y me ayuda a ser mejor persona.
El momento de entrar en clase y compartir con mis alumnos todas sus vivencias, es mágico. Me siento querida, respetada, admirada de la misma forma que yo mimo, respeto y admiro a mis alumnos. Siempre aprendo algo nuevo, siempre hay algo que compartir…lo importante es hacer el camino juntos.
Los alumnos son incondicionales y no hay secretos. Es fundamental escucharlos a ellos y a sus familias para entablar un clima de amistad y cooperación.
Corren tiempos difíciles para la escuela pública pero siempre he mantenido viva la ilusión y cuando hago balance de mi vida profesional compruebo que no me siento identificada con los maestros que tuve. Intento ser diferente, como Sor Josefa y tengo muy presente lo importante que somos para ellos, para lo bueno y para lo malo. Nuestra huella permanecerá en ellos.
En el momento de iniciar la escuela mis padres decidieron, no sin apuros, escolarizarnos a mi hermano en los escolapios y a mí en las monjas. Pensaron que una enseñanza privada sería lo mejor.
Por aquellos años me tocó vivir una escuela, sin sentido, donde todo se aprendía de memoria, se entendiera o no, convirtiéndonos en recitadores, con una memoria visual ejemplar.
Aún recuerdo una lección de historia que decía así:
«Cartago vencida pero no aniquilada se preparó para el desquite con tal objeto el general cartaginés Amílcar Barca…».
No he borrado de mi memoria ni éste ni otros tantos fragmentos similares. Como se puede suponer no tenía ni idea del significado de «aniquilada» ni de «desquite» ni sabía dónde estaba Cartago ni por supuesto lo relacionaba con un general que era cartaginés.
Recuerdo una escuela que reprimía los sentimientos. Recuerdo los castigos, que eran muchos y variados. También recuerdo a Sor Josefa, una hermana cercana que me escuchaba y era amable con nosotras.
Ante la negativa de continuar en el colegio, pasé al instituto. Descubrí un mundo diferente… ¡había chicos! Los profesores eran más cercanos, no había tanta memorieta pero sí miedo. Algunos profesores nos tenían aguantando la respiración porque su sola presencia nos imponía muchísimo.
Llegó la hora de estudiar una carrera. Me apasionaban las matemáticas pero teniendo en cuenta que mi hermano venía detrás, supuse que una carrera más corta, magisterio, me permitiría trabajar y desahogar un poco la economía familiar. En un futuro haría matemáticas.
A pesar de que no tenía vocación de maestra empecé magisterio en Huesca. Intenté hacerlo bien y al llegar a tercero debíamos hacer las prácticas. ¡Me encantaron! Ese contacto con los niños, esas personitas que te escuchaban como si fueras una persona importante, que te explicaban sus secretos, que querían saber de tu vida, que derrochaban cariño…. ¡Me enganché! Fueron unas prácticas muy disfrutadas y cada día me sentía más entusiasmada.
Olvidé las matemáticas y decidí dedicarme al magisterio. Quería comprobar si aquella primera ilusión no se disipaba.
Al salir de la escuela de magisterio no tenía muy claro qué hacer, cómo orientar mis clases pero tenía muy, muy claro lo que jamás haría.
Así empezó mi andadura laboral por la provincia de Huesca. Mi primer destino fue Albelda, durante un trimestre, en una escuela rural con cursos compartidos.No fue fácil preparar tareas para edades diferentes.
El resto del curso trabajé en un colegio de Monzón. Me tocó infantil y tenía que enfrentarme al aprendizaje de la lectura y escritura. Me dieron instrucciones de la metodología que seguían; yo debía limitarme a continuarla.
Recuerdo al pobre Fidel, con sus pelos pinchos, sus ojillos inocentes y lo mal que lo pasaba cuando oía su nombre y debía venir a leer con su cartilla. No lo podía evitar y acto seguido se le escapaba el pipí y se ponía a llorar desconsoladamente.
Yo no tenía en mis manos la solución pero sabía que algo no iba bien.
El siguiente curso me tocó la escuela hogar de Benabarre. No me dedicaba a la enseñanza sino al monitorage. Me fue bien convivir con alumnos de diferentes edades porque aprendí mucho de sus inquietudes y necesidades.
El tercer y cuarto año mi destino fue Torrente de Cinca, un pueblecito al lado de Fraga. Me encontré con una escuela rural de 5 maestros. Era la primera vez que no iba a hacer una sustitución.
Me tocó infantil 4-5 años. Me moví y busqué el material más novedoso. Estaba muy ilusionada pero a la vez expectante.
Compartí escuela con Sebastián Gertrúdix,que se encargaba de los más mayores. En su clase hacían cosas diferentes, no llevaban libros de texto, todo lo confeccionaban ellos, hablaban de asambleas… Se les veía entusiasmados y yo no había visto nada parecido.
Recuerdo que cuando salían mis pequeños, tenía la necesidad de ir a su clase. Me mezclaba entre ellos y observaba todo lo que habían hecho. Poco a poco me convertí en una alumna más.
Sebastián me habló de su experiencia y de cómo él enfocaba los diferentes aprendizajes. Él me introdujo en las técnicas Freinet y me explicó cómo abordar, de una forma diferente, el aprendizaje de la lectura y escritura.
La idea me apasionó y después del primer trimestre hice una reunión con los padres para comunicarles mi decisión del cambiar de metodología.
No fue fácil pero siempre me sentí guiada y orientada por Sebastián. Fue mi verdadero maestro y a él le debo el descubrimiento de un nuevo fundamento de la enseñanza. Fue así como levanté los cimientos de mi futuro profesional.
No tardé en comprobar que estaba en el camino correcto. Esto sí me gustaba… ¡Me
apasionaba! y deseaba entrar, cada nuevo día, en clase para seguir experimentando con mis alumnos esa nueva manera de trabajar. Pude comprobar, con gran satisfacción, como los niños aprendían a leer de una forma natural, sin agobios , sin cartillas, sin traumas, cada uno a su ritmo, en un ambiente distendido y muy, muy motivador.
Fueron dos años muy intensos, de aprendizaje «a pie de obra» y de ir descubriendo con mis pequeños lo maravilloso del aprendizaje compartido.
Participaba en sesiones de trabajo con otros compañeros de la zona que entendían de igual modo la enseñanza. Fue muy gratificante poder compartir e intercambiar experiencias.
Tras esta experiencia, que marcó mi vida profesional, pedí traslado a Barcelona. Mi nuevo destino fue Castelldefels. En el colegio Margalló encontré compañeros que aplicaban las técnicas Freinet. Juntos hemos recorrido un largo camino y hemos luchado por la renovación pedagógica.
Me considero una maestra vocacional. No nací para ser maestra pero me hice maestra y me siento afortunada por tener un trabajo que me apasiona. El magisterio me llena a nivel profesional y personal y me ayuda a ser mejor persona.
El momento de entrar en clase y compartir con mis alumnos todas sus vivencias, es mágico. Me siento querida, respetada, admirada de la misma forma que yo mimo, respeto y admiro a mis alumnos. Siempre aprendo algo nuevo, siempre hay algo que compartir…lo importante es hacer el camino juntos.
Los alumnos son incondicionales y no hay secretos. Es fundamental escucharlos a ellos y a sus familias para entablar un clima de amistad y cooperación.
Corren tiempos difíciles para la escuela pública pero siempre he mantenido viva la ilusión y cuando hago balance de mi vida profesional compruebo que no me siento identificada con los maestros que tuve. Intento ser diferente, como Sor Josefa y tengo muy presente lo importante que somos para ellos, para lo bueno y para lo malo. Nuestra huella permanecerá en ellos.
lunes, 6 de septiembre de 2010
¡Quiero ser maestra !, por Sacra Rodríguez Suárez
Recuerdo que de pequeña me preguntaban qué quería ser de mayor, y siempre respondía ¡Yo maestra!
Así, desde mi infancia quedé fascinada y atrapada por esta profesión donde el dar y el recibir, ofrecer y presentar, enseñar y aprender, comunicar y transmitir, crecer y progresar, crear y elaborar, escuchar y dar la palabra, acompañar y guiar… se dan en partes iguales, y donde se está continuamente en evolución, enriquecimiento y crecimiento personal si realmente te gusta y disfrutas ejerciéndola.
Jugaba a las maestras y las imitaba en sus gestos y acciones.
Recuerdo también que en Reyes, siempre mis padres, aparte de juguetes nos regalaban algo para el Cole, y yo me sentía feliz con una simple caja de lápices “Alpinos”.
Cuando explicaban mis maestros-as algún tema, siempre me quedaba absorta, porque sentía que esa comunicación, esa complicidad, ese diálogo, esa acción pedagógica eran irrepetibles y casi mágica.
En todas mis etapas escolares, nunca tuve la figura de un maestro-a que me marcara o dejara huella. Todos-as se basaban en realizar una escuela donde la pizarra, la silla, la mesa y el libro de texto eran el denominador común y donde la rutina, la repetición, los exámenes, las redacciones, el salir a decir la lección o preguntarla oralmente, los problemas matemáticos sin sentidos, las calificaciones PA y NM eran los elementos motivadores y esta tediosa cadena se rompía con la realización de alguna excursión o la fiesta Fin de Curso, a pesar de todo, les cogí aprecio y cariño a algunas maestras-os (sobre todo en Primaria) y forman parte de mi memoria sentimental.
Al decidir carrera, elegí Magisterio con convencimiento (aunque por la nota de selectividad tenía otras posibilidades). Aprobé las oposiciones (nunca fui interina) y me vi por primera vez sola en un aula y con un grupo de niños-as, no sentía “miedo escénico”, sabía que aprenderíamos juntos, estaba feliz (a pesar de que ni el centro ni el pueblo eran los mejores) y lo viví con responsabilidad y alegría.
Ahora en mi trabajo, si tengo a maestros-as como modelos: Mª Carmen Díez, Isabel Agüera, Mariano Coronas, Cristóbal Gómez, Sebastián Gertrúdix, Blanca Gaspar, Pilar Fontevedra, Elisa Vián, Rosa Serdio, Carmen Valderrey… en ellos-as me reflejo, aprendo, intercambio, dialogo, me identifico y sobre todo los admiro, muchos son amigos-as personales ¡el magisterio da estos lujos!
Son maestros-as “a pie de obra”, como dice uno de ellos, que entiende su oficio como mucho más que una forma de ganarse la vida y que van a trabajar en vez de ir al trabajo.
En mi segundo año como maestra, un compañero me dijo: “Ahora tienes esta ilusión y vitalidad porque llevas poco años, cuando lleves los que yo, todo habrá desaparecido, porque es una profesión que quema mucho”. Hasta hoy, siento y tengo la misma ilusión al empezar cada curso e ir cada día a la escuela (aunque el camino andando no ha sido fácil) es una profesión en la que creo y sigo creyendo, porque despiertas las ganas de aprender, la fuerza interior para desarrollar un proyecto, cuando la familia colabora y participa,cuando fluye el entusiasmo por un tema, y sobre todo cuando te conviertes en su guía y acompañante para superar sus dificultades, saliendo ellos-as de sí mismos para aprender del mundo y la vida, y como dice Isabel Agüera “El verdadero maestro es el que sabe que también es alumno”. Pero no me gusta, la burocracia que asfixia a la escuela, las excesivas reuniones porque sí, el reciclaje unido a incentivos económicos, la incomprensión y las competencias internas, el realizar actividades por inercia, y que la figura del maestro-a no esté valorada…
En este curso, mi alumna Alejandra Sánchez Moreno, al enseñarme su trabajo terminado, se acerca a mí, y poniendo su mano sobre mi brazo, me dice :” sabes, yo quiero ser maestra como tú”… no sé si esto se cumplirá, pero me gustaría que si la eliges como profesión (poniendo las mismas ganas que cuando me lo dijiste) seguro que no te arrepentirás, y a mí sinceramente, me gustaría verlo, porque ser Maestra, no lo olvides Alejandra, es algo grande.
Así, desde mi infancia quedé fascinada y atrapada por esta profesión donde el dar y el recibir, ofrecer y presentar, enseñar y aprender, comunicar y transmitir, crecer y progresar, crear y elaborar, escuchar y dar la palabra, acompañar y guiar… se dan en partes iguales, y donde se está continuamente en evolución, enriquecimiento y crecimiento personal si realmente te gusta y disfrutas ejerciéndola.
Jugaba a las maestras y las imitaba en sus gestos y acciones.
Recuerdo también que en Reyes, siempre mis padres, aparte de juguetes nos regalaban algo para el Cole, y yo me sentía feliz con una simple caja de lápices “Alpinos”.
Cuando explicaban mis maestros-as algún tema, siempre me quedaba absorta, porque sentía que esa comunicación, esa complicidad, ese diálogo, esa acción pedagógica eran irrepetibles y casi mágica.
En todas mis etapas escolares, nunca tuve la figura de un maestro-a que me marcara o dejara huella. Todos-as se basaban en realizar una escuela donde la pizarra, la silla, la mesa y el libro de texto eran el denominador común y donde la rutina, la repetición, los exámenes, las redacciones, el salir a decir la lección o preguntarla oralmente, los problemas matemáticos sin sentidos, las calificaciones PA y NM eran los elementos motivadores y esta tediosa cadena se rompía con la realización de alguna excursión o la fiesta Fin de Curso, a pesar de todo, les cogí aprecio y cariño a algunas maestras-os (sobre todo en Primaria) y forman parte de mi memoria sentimental.
Al decidir carrera, elegí Magisterio con convencimiento (aunque por la nota de selectividad tenía otras posibilidades). Aprobé las oposiciones (nunca fui interina) y me vi por primera vez sola en un aula y con un grupo de niños-as, no sentía “miedo escénico”, sabía que aprenderíamos juntos, estaba feliz (a pesar de que ni el centro ni el pueblo eran los mejores) y lo viví con responsabilidad y alegría.
Ahora en mi trabajo, si tengo a maestros-as como modelos: Mª Carmen Díez, Isabel Agüera, Mariano Coronas, Cristóbal Gómez, Sebastián Gertrúdix, Blanca Gaspar, Pilar Fontevedra, Elisa Vián, Rosa Serdio, Carmen Valderrey… en ellos-as me reflejo, aprendo, intercambio, dialogo, me identifico y sobre todo los admiro, muchos son amigos-as personales ¡el magisterio da estos lujos!
Son maestros-as “a pie de obra”, como dice uno de ellos, que entiende su oficio como mucho más que una forma de ganarse la vida y que van a trabajar en vez de ir al trabajo.
En mi segundo año como maestra, un compañero me dijo: “Ahora tienes esta ilusión y vitalidad porque llevas poco años, cuando lleves los que yo, todo habrá desaparecido, porque es una profesión que quema mucho”. Hasta hoy, siento y tengo la misma ilusión al empezar cada curso e ir cada día a la escuela (aunque el camino andando no ha sido fácil) es una profesión en la que creo y sigo creyendo, porque despiertas las ganas de aprender, la fuerza interior para desarrollar un proyecto, cuando la familia colabora y participa,cuando fluye el entusiasmo por un tema, y sobre todo cuando te conviertes en su guía y acompañante para superar sus dificultades, saliendo ellos-as de sí mismos para aprender del mundo y la vida, y como dice Isabel Agüera “El verdadero maestro es el que sabe que también es alumno”. Pero no me gusta, la burocracia que asfixia a la escuela, las excesivas reuniones porque sí, el reciclaje unido a incentivos económicos, la incomprensión y las competencias internas, el realizar actividades por inercia, y que la figura del maestro-a no esté valorada…
En este curso, mi alumna Alejandra Sánchez Moreno, al enseñarme su trabajo terminado, se acerca a mí, y poniendo su mano sobre mi brazo, me dice :” sabes, yo quiero ser maestra como tú”… no sé si esto se cumplirá, pero me gustaría que si la eliges como profesión (poniendo las mismas ganas que cuando me lo dijiste) seguro que no te arrepentirás, y a mí sinceramente, me gustaría verlo, porque ser Maestra, no lo olvides Alejandra, es algo grande.
¡Quiero ser maestra !, por Sacra Rodríguez SuárexQUIERO SER MAESTRA!SACRA RODRÍGUEZ SUÁREZ (Maestra)
Recuerdo que de pequeña me preguntaban qué quería ser de mayor, y siempre respondía ¡Yo maestra!
Así, desde mi infancia quedé fascinada y atrapada por esta profesión donde el dar y el recibir, ofrecer y presentar, enseñar y aprender, comunicar y transmitir, crecer y progresar, crear y elaborar, escuchar y dar la palabra, acompañar y guiar… se dan en partes iguales, y donde se está continuamente en evolución, enriquecimiento y crecimiento personal si realmente te gusta y disfrutas ejerciéndola.
Jugaba a las maestras y las imitaba en sus gestos y acciones.
Recuerdo también que en Reyes, siempre mis padres, aparte de juguetes nos regalaban algo para el Cole, y yo me sentía feliz con una simple caja de lápices “Alpinos”.
Cuando explicaban mis maestros-as algún tema, siempre me quedaba absorta, porque sentía que esa comunicación, esa complicidad, ese diálogo, esa acción pedagógica eran irrepetibles y casi mágica.
En todas mis etapas escolares, nunca tuve la figura de un maestro-a que me marcara o dejara huella. Todos-as se basaban en realizar una escuela donde la pizarra, la silla, la mesa y el libro de texto eran el denominador común y donde la rutina, la repetición, los exámenes, las redacciones, el salir a decir la lección o preguntarla oralmente, los problemas matemáticos sin sentidos, las calificaciones PA y NM eran los elementos motivadores y esta tediosa cadena se rompía con la realización de alguna excursión o la fiesta Fin de Curso, a pesar de todo, les cogí aprecio y cariño a algunas maestras-os (sobre todo en Primaria) y forman parte de mi memoria sentimental.
Al decidir carrera, elegí Magisterio con convencimiento (aunque por la nota de selectividad tenía otras posibilidades). Aprobé las oposiciones (nunca fui interina) y me vi por primera vez sola en un aula y con un grupo de niños-as, no sentía “miedo escénico”, sabía que aprenderíamos juntos, estaba feliz (a pesar de que ni el centro ni el pueblo eran los mejores) y lo viví con responsabilidad y alegría.
Ahora en mi trabajo, si tengo a maestros-as como modelos: Mª Carmen Díez, Isabel Agüera, Mariano Coronas, Cristóbal Gómez, Sebastián Gertrúdix, Blanca Gaspar, Pilar Fontevedra, Elisa Vián, Rosa Serdio, Carmen Valderrey… en ellos-as me reflejo, aprendo, intercambio, dialogo, me identifico y sobre todo los admiro, muchos son amigos-as personales ¡el magisterio da estos lujos!
Son maestros-as “a pie de obra”, como dice uno de ellos, que entiende su oficio como mucho más que una forma de ganarse la vida y que van a trabajar en vez de ir al trabajo.
En mi segundo año como maestra, un compañero me dijo: “Ahora tienes esta ilusión y vitalidad porque llevas poco años, cuando lleves los que yo, todo habrá desaparecido, porque es una profesión que quema mucho”. Hasta hoy, siento y tengo la misma ilusión al empezar cada curso e ir cada día a la escuela (aunque el camino andando no ha sido fácil) es una profesión en la que creo y sigo creyendo, porque despiertas las ganas de aprender, la fuerza interior para desarrollar un proyecto, cuando la familia colabora y participa,cuando fluye el entusiasmo por un tema, y sobre todo cuando te conviertes en su guía y acompañante para superar sus dificultades, saliendo ellos-as de sí mismos para aprender del mundo y la vida, y como dice Isabel Agüera “El verdadero maestro es el que sabe que también es alumno”. Pero no me gusta, la burocracia que asfixia a la escuela, las excesivas reuniones porque sí, el reciclaje unido a incentivos económicos, la incomprensión y las competencias internas, el realizar actividades por inercia, y que la figura del maestro-a no esté valorada…
En este curso, mi alumna Alejandra Sánchez Moreno, al enseñarme su trabajo terminado, se acerca a mí, y poniendo su mano sobre mi brazo, me dice :” sabes, yo quiero ser maestra como tú”… no sé si esto se cumplirá, pero me gustaría que si la eliges como profesión (poniendo las mismas ganas que cuando me lo dijiste) seguro que no te arrepentirás, y a mí sinceramente, me gustaría verlo, porque ser Maestra, no lo olvides Alejandra, es algo grande.
Así, desde mi infancia quedé fascinada y atrapada por esta profesión donde el dar y el recibir, ofrecer y presentar, enseñar y aprender, comunicar y transmitir, crecer y progresar, crear y elaborar, escuchar y dar la palabra, acompañar y guiar… se dan en partes iguales, y donde se está continuamente en evolución, enriquecimiento y crecimiento personal si realmente te gusta y disfrutas ejerciéndola.
Jugaba a las maestras y las imitaba en sus gestos y acciones.
Recuerdo también que en Reyes, siempre mis padres, aparte de juguetes nos regalaban algo para el Cole, y yo me sentía feliz con una simple caja de lápices “Alpinos”.
Cuando explicaban mis maestros-as algún tema, siempre me quedaba absorta, porque sentía que esa comunicación, esa complicidad, ese diálogo, esa acción pedagógica eran irrepetibles y casi mágica.
En todas mis etapas escolares, nunca tuve la figura de un maestro-a que me marcara o dejara huella. Todos-as se basaban en realizar una escuela donde la pizarra, la silla, la mesa y el libro de texto eran el denominador común y donde la rutina, la repetición, los exámenes, las redacciones, el salir a decir la lección o preguntarla oralmente, los problemas matemáticos sin sentidos, las calificaciones PA y NM eran los elementos motivadores y esta tediosa cadena se rompía con la realización de alguna excursión o la fiesta Fin de Curso, a pesar de todo, les cogí aprecio y cariño a algunas maestras-os (sobre todo en Primaria) y forman parte de mi memoria sentimental.
Al decidir carrera, elegí Magisterio con convencimiento (aunque por la nota de selectividad tenía otras posibilidades). Aprobé las oposiciones (nunca fui interina) y me vi por primera vez sola en un aula y con un grupo de niños-as, no sentía “miedo escénico”, sabía que aprenderíamos juntos, estaba feliz (a pesar de que ni el centro ni el pueblo eran los mejores) y lo viví con responsabilidad y alegría.
Ahora en mi trabajo, si tengo a maestros-as como modelos: Mª Carmen Díez, Isabel Agüera, Mariano Coronas, Cristóbal Gómez, Sebastián Gertrúdix, Blanca Gaspar, Pilar Fontevedra, Elisa Vián, Rosa Serdio, Carmen Valderrey… en ellos-as me reflejo, aprendo, intercambio, dialogo, me identifico y sobre todo los admiro, muchos son amigos-as personales ¡el magisterio da estos lujos!
Son maestros-as “a pie de obra”, como dice uno de ellos, que entiende su oficio como mucho más que una forma de ganarse la vida y que van a trabajar en vez de ir al trabajo.
En mi segundo año como maestra, un compañero me dijo: “Ahora tienes esta ilusión y vitalidad porque llevas poco años, cuando lleves los que yo, todo habrá desaparecido, porque es una profesión que quema mucho”. Hasta hoy, siento y tengo la misma ilusión al empezar cada curso e ir cada día a la escuela (aunque el camino andando no ha sido fácil) es una profesión en la que creo y sigo creyendo, porque despiertas las ganas de aprender, la fuerza interior para desarrollar un proyecto, cuando la familia colabora y participa,cuando fluye el entusiasmo por un tema, y sobre todo cuando te conviertes en su guía y acompañante para superar sus dificultades, saliendo ellos-as de sí mismos para aprender del mundo y la vida, y como dice Isabel Agüera “El verdadero maestro es el que sabe que también es alumno”. Pero no me gusta, la burocracia que asfixia a la escuela, las excesivas reuniones porque sí, el reciclaje unido a incentivos económicos, la incomprensión y las competencias internas, el realizar actividades por inercia, y que la figura del maestro-a no esté valorada…
En este curso, mi alumna Alejandra Sánchez Moreno, al enseñarme su trabajo terminado, se acerca a mí, y poniendo su mano sobre mi brazo, me dice :” sabes, yo quiero ser maestra como tú”… no sé si esto se cumplirá, pero me gustaría que si la eliges como profesión (poniendo las mismas ganas que cuando me lo dijiste) seguro que no te arrepentirás, y a mí sinceramente, me gustaría verlo, porque ser Maestra, no lo olvides Alejandra, es algo grande.
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